domingo, 4 de abril de 2010

Diosa - Coatlicue Tonanzin.

 Coatlicue - Tonantzin - Guadalupe

La sagrada religión de los aztecas veneró siempre a la Diosa Tonantzin - Coatlicue como la madre divina, la madre de todos los dioses, de los hombres y de toda la creación, su nombre traduce: “La de la falda de serpientes”

 Coatlícue en el museo nacional de antropología.

Diosa madre de la Tierra, diosa de la muerte, había una representación de esta deidad, es Tonantzin y Teteoinan que traduce “nuestra venerada madre” y madre de los dioses.

Coatlicue fue representada como una mujer con su falda de serpientes que significa sus múltiples poderes de crear en toda la naturaleza, en sus pies las garras afiladas que simboliza que tiene el poder sobre la tierra, las garras para arar la tierra para sembrar los alimentos para sus hijos (la humanidad entera)

Afirmaban los sabios sacerdotes aztecas que su esposo era Mixcóatl “la serpiente de las nubes” y entre sus hijos predilectos están Quetzalcóatl y Huitzilopochtli.

Mixcóatl

Se comenta que su templo principal estaba en el Tepeyac, los conquistadores españoles con el objetivo de borrar todo vestigio de las religiones autóctonas destruyeron los templos de los dioses de Anáhuac, entre ellos el templo sagrado de nuestra señora Tonantzin.

En 1531, el pueblo azteca ya no soportaba las cadenas de la opresión ejercida por los españoles, y estaban a punto de rebelarse al dominio europeo, esto iba a ser una verdadera matanza, pues los españoles estaban mejor armados, y su arsenal bélico era superior. Tonantzin “La Diosa virgen morena” se apiadó de sus hijos queridos y apareció ante Juan Diego, quien pudo percibir su sagrada presencia, pues poseía el don de la clarividencia, y se efectuó el milagro del Tepeyac por todos conocido.

Tonantzin pide a Fray Zumárraga por intercesión de Juan Diego que fuera reconstruido su templo en el mismo lugar donde antes estaba, ahora sería venerada con un nombre respetado por los Europeos y desde ese momento se venera en su templo en el Tepeyac, y vela por por sus hijos, a pesar del tiempo, del idioma y las nuevas costumbres religiosas. También fue venerada por sus hijos los aztecas y todas las tribus de México, así salvó la vida de sus hijos de América y de Europa.
En su libro “Magia Crística Azteca” el Maestro Samael Aun Weor, gran estudioso de la Antropología esotérica habla de Tonantzin – Coatlicue lo siguiente:
Maestro Samael Aun Weor
Ome: Dos, tecutli: Señor. Homecihuatl: Ome Dos Cihuatl: Señora. De este mismo principio dual, masculino y femenino, emanó todo el universo. Este Dios y Diosa tuvo cuatro hijos, los cuatro tezcatlipocas: Xipe totec el colorado, Tezcatlipoca el negro, Quetzalcóatl el blanco, Huitzilopochtli el azul. De este binario divino e invisible, nacieron los cuatro colores de las cuatro razas que actualmente pueblan el mundo.
Xiuhtecutli

Ometecutli tiene la presencia del Cristo Cósmico, los nahuas lo representaban con túnicas bellamente adornadas y falo de pedernal, símbolo de luz. Omecihuatl, toda la presencia de la virgen cósmica, los nahuas la representaban con manto azul de extraordinaria belleza y falta de ocultación. El es Huehueteotl "El Dios Viejo padre de los Dioses y de los hombres, ella es Tonantzin, nuestra querida madrecita".

En el museo de Antropología e Historia de la ciudad de México DF. Existe un monolito de impresionante tetra significado: En lo alto de éste, por entre el anillo de su cuerpo enroscado, asoma una preciosa y grande serpiente de doble cara, la cual ve hacia delante y hacia atrás, como el Jano de la religión Greco- Romana. Redondos y penetrantes ojos, fauces entreabiertas de las cuales, debajo de los cuatro incisivos superiores, curvos y afilados con las puntas hacia fuera, cuelgan grandes y bífidas lenguas.

En su pecho cuelgan los flácidos senos, un collar de cuero, adornado con los corazones de en medio, de cuatro manos que se abren hacia fuera, remata en un cráneo a la altura del ombligo de la Deidad y sube hacia sus hombros. Sus brazos pegados contra el cuerpo con los antebrazos flexionados, cuyas manos terminan en cabezas de preciosas serpientes
De fauces entreabiertas e incisivos superiores como garras, debajo de los cuales cuelgan rectángulos lisos y geométricamente cúbicos, en una línea vertical en el centro de cada una de sus caras, símbolo de la perfección de las obras en sus manos. En sus hombros y codos, garras de tigres y ojos de águilas.

Su corta falda de serpientes entrelazadas con las cabezas hacia abajo y que se ajusta en su talle, por medio de ancho cinturón de preciosas serpientes que, al anudarse debajo del cráneo de órbitas llenas y mirada desafiante, cuelgan sus cabezas hacia el frente como los extremos de corbata sin anudarse, y simboliza que todo lo que existe en el universo es producto del fuego sexual.

El cráneo en el ombligo de la Deidad, no es el remate de su collar, ni el broche del cinturón de su falda, sino Coatlicue, la devoradora de hombres, la Diosa de la Tierra y de la Muerte, cuyo cuerpo se proyecta al frente, entre los muslos del bajo vientre a los pies de la Deidad.
Muchos corazones y dos colgajos de plumas de quetzal adornan los lados de la enagua que baja hasta sus tobillos y remata en ancho fleco de plumas entrelazadas, adornado con chapetones, del cual cuelgan 16 largos cascabeles.

Sinuosa y gruesa serpiente asoma las fauces de incisivos superiores como garras entre las cuatro garras de cada uno de los pies de la Deidad, y sobre cada uno de sus pies, en bajos relieves, dos ojos de águila que tratan de ver hacia el infinito.
Y en la parte baja, en el plano de apoyo de la escultura, en bajos relieves, Mictlantecuhtli con brazos y piernas abiertos en cruz de San Andrés. Del trasero, entre los muslos, del bajo vientre sale hacia abajo el fuego creador universal y en su ombligo se abre la boca del abismo.

En sus hombros, el collar tiene dos corazones en medio de cuatro manos que se abren suplicantes hacia lo alto, y en medio de las manos, sobre la columna vertebral, sus puntas rematan en nudo marinero, adornadas con cuatro chapetones. El cráneo que por la espalda pero a la altura del omóplato parece abrochar el cinturón de su falda de serpientes, simboliza a Tonantzin, madre de los Dioses, oculta en la parte posterior de la falda de Coatlicue, olvidada por los hombres de esta generación. Su figura sobresale en la parte posterior de la falda de la Deidad: Viste túnica acordonada que baja hasta sus pies, que remata en una sola y enorme garra, y termina en siete bolas alargadas, emblema de perfección de sacrificio; y de su collar; donde la tiroides, cuelgan dos grandes lenguas de pedernal; sobre la túnica, pectoral acordonado que remata en seis borlas, emblema de creación; y al frente, debajo deis?pectoral, a la altura del bajo vientre, un colgajo de finísimas saetas, del? cual cuelgan dos grandes lenguas de pedernal que, en conjunto, simbolizan el fuego universal de la creación.

De la preciosa serpiente que remata el conjunto del monolito "emana un sentimiento de maternidad" y su cabeza de doble cara, es el emblema de la pareja divina. La parte posterior de los hombros a los pies, simbolizan a Tonantzin, la madre de los dioses; y su pecho de flácidos senos, adornado con collar de manos y corazones, simbolizan a COATLICUE, la sombra de Tonantzin”

Tonantzin es el aspecto positivo de la madre celeste, es la naturaleza que como una madre bondadosa da a sus hijos, los animales, los humanos y los vegetales el alimento que necesitan para existir, la naturaleza es pródiga, si comemos una naranja y sembramos en tierra sus semillas y les damos el agua, la necesaria, podemos crear un bosque de naranjas, la naturaleza nos da lo que necesitamos para existir, pero nosotros los seres humanos, hacemos mal uso de los recursos de la madre natura y creamos un infierno donde ella originalmente creó un paraíso.

Coatlicue es la sombra de Tonantzin, la sagrada madre muerte, la que quita a los seres humanos su cuerpo material, librándoles de los sufrimientos de la enfermedad, cada ser que nace, tiene una cita con la sagrada madre Muerte en el tiempo por ella concertado; ella y sus ministros conducen al alma del difunto ante los Dioses del Mictlán, para pasar por el gran juicio por los actos  de su vida.